
He descubierto que las personas actúan según lo que uno les permite. Durante mucho tiempo, pensé que establecer límites era la mejor manera de hacerme respetar a mí mismo. Sin embargo, la verdad es que el límite que realmente necesitamos establecer es el que nos imponemos a nosotros mismos. ¿Hasta dónde estamos dispuestos a tolerar el daño que otros nos hacen? ¿Por qué seguimos en lugares que nos lastiman, cuando podríamos simplemente salir de ellos? Parece una pregunta sencilla, pero la respuesta es mucho más complicada. Duele darse cuenta de que somos nosotros mismos quienes permitimos que nos traten mal.
Durante gran parte de mi vida, culpé a los demás por el daño que me causaban, pero la triste verdad es que fui yo quien permitió que esas cosas sucedieran. Sin embargo, caemos en la trampa de creer que son los demás quienes deben poner límites y respetarnos.
¿Cómo salir de esta jaula que hemos construido sin siquiera darnos cuenta?
Lo primero que hice fue establecer mis propios límites, aprendí a decir NO a aquellas cosas que no estaba dispuesto a tolerar. Decir no a lo que me desagradaba me liberó de muchas cadenas. A menudo aceptamos por miedo al rechazo o por temor a hacer sentir mal a los demás, pero decir no es lo mejor que podemos hacer por nosotros mismos, aunque al principio duela. A largo plazo, es la decisión más saludable que podemos tomar.
Solía escuchar la frase «Que no te dé pena rechazar algo o a alguien simplemente para complacer», pero lamentablemente no la tomé en cuenta. Hoy me doy cuenta de que me habría ahorrado muchas lágrimas. Sin embargo, todo lo que sucedió tiene un propósito, ya que en la vida nada es casualidad.
Por eso, mi reflexión de hoy es la siguiente: “Que no te de pena decir NO, cuando algo o alguien no te gusta o no te agrada se libre de expresar un NO, el favor te lo haces a ti mismo(a) te evitarás de muchas lágrimas”.
Con cariño y optimismo,
Lourdes hp